Túmbate sobre la espalda, relaja el cuello mirando hacia arriba y nada moviendo solo las piernas.
Debes tenerlas lo más relajadas posible. Empieza la patada en las caderas y no en las rodillas.
Las piernas tienen que salir a la superficie pero no emerger completamente.
Recuerda la regla número uno: ¡las rodillas siempre bajo el agua!